miércoles, 10 de marzo de 2010

Habitación 606



El hotel Ritz de Madrid, situado en plena plaza de la Lealtad, es uno de esos sitios en donde siempre hay una cierta afluencia de personas con aspecto distinguido que acuden a determinados eventos, se citan en alguno de sus restaurantes o simplemente desean a alojarse en uno de los hoteles más excusivos de la capital, aunque en los últimos tiempos era frecuentado cada vez más por los denominados "nuevos ricos", españoles o extranjeros, con pinta de horteras y forzadas poses de "snobs".
Sin embargo, aquella noche de viernes de finales del mes de Junio, el hall del hotel estaba más tranquilo de lo habitual: apenas había un par de japoneses en recepción y un grupo de americanos con aspecto adinerado que se disponía a salir para tomar los taxis aparcados en la puerta.
Eran justo las 21.45, cuando entró por la puerta principal un hombre con aire decidido; era joven, rondaría los treinta y pocos, y tenía ese aire de seguridad que tienen los hombres cuando saben que triunfan entre las mujeres. Llevaba un traje oscuro de Armani que le quedaba como un guante y que realzaba su elevada estatura. El pelo, cortado al uno, brillaba negrisimo bajo la luz artificial. Su cara, de facciones regulares, reflejaba un cierto aire de fastidio cuando consultó de reojo su Rolex de acero. Llegaba con 15 minutos de antelación. Era una de sus virtudes –o defectos-: la excesiva puntualidad. Decidió sentarse un rato en uno de los lujosos divanes que había enfrente de la recepción, mientras notaba que varias de las yankees se daban la vuelta para mirarle con disimulo.
El se preguntó qué pensarían si supieran que no era más que un vulgar puto; bueno, no tan vulgar, en realidad era el puto más caro y exclusivo que tenía Miss K., dueña de la agencia de acompañantes masculinos para mujeres más elitista de todo Madrid. Su nombre de guerra era Cristian. Se lo había impuesto Miss K. porque, decia, su auténtico nombre era poco "glamouroso" para el trabajo que iba a desempeñar.
Se llamaba Antonio, y era de un pueblucho de mala muerte de Cáceres, en donde no había otra cosa más que cerdos y fábricas de chorizos. Su padre era conocido por darle a la botella, y las malas lenguas decían que su madre, a la que nunca conoció, era una puta de lo más guapa que, al poco de tener al niño, se fugó no se supo bien dónde con el panadero del pueblo. El niño, según fue creciendo, tomo conciencia en seguida de la necesidad de salir de allí cuanto antes, si no quería acabar siendo un garrulo borrachín como su padre.
Todavía recordaba cuando llegó a Madrid con apenas 18 años. Fueron años duros para alguien sin dinero, sin estudios y casi analfabeto funcional, dado que nadie se molestó en que cursara algo más que la educación general básica. Peón de obra, pinche de cocina, camarero...pasó por una infinidad de oficios hasta que, un buen día, conoció a Miss K, una señora de lo más elegante, ya entrada en años y con un leve acento británico, que se tomaba los vasos de ginebra con las misma facilidad que si fuesen zumos de naranja.
A partir de ahí, hacía ya casi 15 años, su vida cambió por completo cuando la buena señora le hizo ver lo bien que se podía ganar la vida con un cuerpo como el suyo, y sobre todo, con hacer un buen uso de lo que tenía entre las piernas.
Con sus primeras clientas se comportó con cierta torpeza y con mucha, mucha verguenza, ya que sus experiencias amorosas se limitaban a unos cuantos escarceos con alguna de las camareras de los antros de mala muerte en los que trabajaba los fines de semana.
No obstante, en seguida se percató de que no se le daba mal la cosa, ya sea por su capacidad para abstraerse del hecho de tener que follarse a mujeres que, en la mayoría de los casos, no le gustaban, o quizá porque el tamaño de su polla provocaba que las clientes le eligieran una y otra vez por puro morbo, hecho que no se le escapó a la siempre espabilada Miss K., que, en cuanto se dio cuenta del potencial del chico, se dedicó a lo que ella llamaba cariñosamente "pulir al pupilo", es decir: le enseñó a vestir con cierta clase y a tener buenos modales; también le apuntó a clases para que continuara sus estudios, y, sobre todo, consiguió que se llegara a expresar como un universitario de la zona más pija de Madrid, eliminando el cerrado acento cacereño que le había caracterizado hasta el momento.
Antonio demostró bien pronto ser un chico despierto y aprovechó con agradecimiento todas las enseñanzas y oportunidades que le dio Miss K, la cual no pudo evitar cogerle un cierto cariño, no exento de un interés muy particular en cuidar adecuadamente a la mejor de sus "inversiones".
Su agencia de compañía se caracterizaba por la "calidad" del material. Nada de chulos con pinta de macarras: no; Miss K. siempre ofrecía chicos de cierta categoría: podían ir a una opera o ejercer de acompañantes en una cela de gala sin desmerecer respecto al resto de los invitados. También podían tirarse a cualquier mujer sin pestañear, siempre, por supuesto, que se abonase la tarifa correspondiente.
Antonio era el mejor que había tenido nunca; con él, siempre querían repetir. También era el más caro, y el más exigente; hacía ya un par de años que había establecido sus propias condiciones, absolutamente inquebrantables: nada de besos en la boca, ni de cunnilingus ni de pasar la noche entera. Tampoco lo hacía con mujeres muy mayores (lo cual traía a veces de cabeza a Miss.K, cuando intentaba averiguar, disimuladamente, la edad de las clientas en los acuerdos telefónicos), y, por supuesto, no se tiraba a nadie por menos de 1.500 € en un tiempo máximo 2 horas; esta última circunstancia le había permitido terminar de pagar un loft estupendo en el madrileño barrio de Chamberí , además de vivir de forma desahogada; procuraba no derrochar en exceso, invirtíendo en planes de pensiones y en fondos de inversión.
Cuando alguna vez se planteaba dejar ese tipo de vida, Miss K. simplemente le recordaba los 18.000 € libres de impuestos que ganaba mensualmente.
Aquel día la "madame" había recibido un encargo de una mujer de lo más enigmática.
Era la primera vez que llamaba, y había pedido, sin ningún tipo de titubeo, -cosa rara para una primera vez- a un chico que fuera, literalmente "guapo, educado y extremadamente limpio". Todas pedían más o menos lo mismo, pero algo en su manera de hablar indicaba que era una persona exigente.
La clienta en cuestión también quería que el encuentro se produjera en el hotel Ritz: tenía reservada la habitación 606 a las 10 de la noche. - Una con las ideas claras- reflexionó, algo extrañada.
Inmediatamente pensó en Antonio; el problema es que era su día libre, por lo que exigió, educadamente, el doble de la tarifa habitual por la celeridad del servicio. Para su sorpresa, la mujer aceptó inmediatamente, hecho que provocó que la madame se apresurara a llamar a su pupilo, aún a sabiendas de que le iba a fastidiar el día.
- Antonio, tienes que trabajar esta noche, cariño, - le dijo con voz melosa en cuanto contactó con el por el móvil.
- Hoy? ni hablar.- Acababa de salir del gimnasio y sólo tenía ganas de arrastrarse hasta casa y ver tranquilamente en la tele una de sus peliculas favoritas: Blade Runner.
-> Este es un encargo especial. Se ha cobrado el doble de la tarifa..- Escuchó un silencio al otro lado de la linea.
-¿y eso porqué?, preguntó Antonio con voz desconfiada... ¿no será una abuela... o algo raro?...
-tranquilo, que no; por la voz era joven. Venga niño, que mañana te hago el ingreso en tu cuenta: 3.000 € por dos horas... y lo de mañana por la noche se lo doy a otro para que descanses.
- bufff... -escuchó un suspiro de fastidio - está bien.... dime dónde y cuando.
Esta conversación había tenido lugar hacia apenas dos horas, el tiempo justo para ir a casa, ducharse, arreglarse y aparcar su BMW en las inmediaciones del Ritz.
En aquél momento, mientras esperaba tranquilamente sentado a que dieran las 10 en punto, comenzó a hacer cábalas sobre lo que la suerte le depararía aquella noche. Sería una tía potable o una gorda llena de joyas ostentosas como la del sábado pasado?. Ojalá fuera de las que se conforman con un polvo sin extravagancias, y ale, para casa. Aunque esas eran las menos. En general, una vez que se les pasaba la verguenza inicial querían "amortizar" su inversión y por lo menos repetir una vez.
Siempre se reía cuando veía en la tv los reportajes sobre gigolós: que si las mujeres querían cariño, que si algunas sólo deseaban alguien que las escuchase...unos cojones!!, al final todas querían follar. Puede que al principio estuviesen nerviosas y quisiesen conversar un rato, mientras él, como buen profesional, las iba tranquilizando poco a poco, pero al final, a lo de siempre. Ni una lo perdonaba. Sólo una vez se libró porque la señora en cuestión llevaba tal cogorza que se quedó dormida nada más empezar.
Todas estas reflexiones le hicieron replantearse, una vez más, sobre la posibilidad de cambiar de vida. Le habían ofrecido trabajar como monitor en su gimnasio...¿podría adaptarse al cambio? ¿ser un mileurista?. De un tiempo a esta parte notaba que le empezaba a costar hacer determinados "servicios".
No podía evitar esa sensación en el estómago tan desagradable que tenía, cada vez con más frecuencia, los días que trabajaba.
Valoró, una vez más, su situación: no tenía apenas amigos (tan sólo algunos colegas del gimnasio con quienes salía de vez en cuando a tomar unas cañas), no tenía novia (ni nunca la había tenido), y la única familia que podía considerar como tal era una vieja madame que se jactaba del negocio que hacía a su costa.
Todos estos pensamientos le hicieron ponerse de un humpor sombrío. Notó, incómodo, que estaba sudando. Miró de nuevo su reloj: marcaba las 10 y cinco, así que se levantó apresuradamente y se dirigió al ascensor. Mientras subía, se examinó con mirada crítica en el espejo; no pudo evitar una sonrisa de orgullo al percatarse de su aspecto imponente.
Llegó a la habitación 606 y dió dos golpecitos muy seguidos mientras suspiraba con resignación. Escuchó que alguien se acercaba a la puerta y que la abría lentamente. CONTINUARÁ.

2 comentarios:

  1. Espero impaciente la continuación...
    Bss

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  2. gracias por leerme ...yo tambien te leo..el pensamiento, porque aquí no se te ve el pelo!!
    Muaaaaa
    X-D

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